Dice un tuit de Pablo Iglesias que dice Monedero que Podemos es una fábrica de amor. No había oído ni leído nada tan delirante desde que el protagonista de “La conjura de los necios”, de John Kennedy Toole, propuso su solución radical para acabar con todas las guerras del mundo. ¿Hay alguien en su sano juicio que no sepa que el amor no se puede fabricar? Monedero, sin embargo, -o Pablo Iglesias, si la frase es suya y quiso adjudicársela a su colega- no duda en equiparar el amor a, digamos, el chocolate.
Lo mismo da puesto que se trata de hacer una frase que impacte al vulgo por su sonoridad y su carga simbólica. La palabra amor tiene una intensidad sonora como ninguna y, también como ninguna, transmite un mundo de significados que cada receptor interpreta según su propia experiencia. Para uno, el amor es la cosa esplendorosa de Alfred Newman; para otro, como dijo Rafael Pérez Botija, “el amor desbarata tus grandes ideas…y te empuja a ser malo y te deja hecho mierda”. En fin, que la palabra da para mucho más que para mucho; da para todo. Y de eso se trata.
Como es sabido, todos los movimientos populistas, del signo que sean, se fraguan en torno a un líder carismático capaz de convencer al pueblo de la necesidad de un cambio radical que resolverá todos sus problemas desde el momento en que se le otorgue el poder a ese líder, único garante del cambio radical. El cambio empieza por el lenguaje. El vulgo debe percibir una nueva forma de expresión y de comunicación para aceptar que ese líder y los suyos y sus propuestas son nuevos de estreno y no tienen nada que ver, por lo tanto, con la rutina agobiante que ha tenido que sufrir toda su vida. Ese líder que va a cambiar el mundo se viste como el pueblo, habla como el pueblo, hasta parece que uno se pudiera acercar a él sin que se interpongan los guardaespaldas. Uno está en una asamblea entre cientos de personas, y allí, atrás y en el centro, está el líder arengando con tal fuerza y ardor que si uno fuera futbolista, saldría al campo a ganar de todas todas. Uno no ha podido acercarse a él entre tanta gente, pero lo ha sentido tan próximo que ni el cuñado. Ilusión, esperanza, grita el líder, y a uno le parece que todo se puede. Se pueden gastar miles de millones para que todos vivan dignamente. Dicen los cenizos que no hay dinero. Pero dinero hay de sobras si se dejan de pagar las deudas. Pero si se dejan de pagar las deudas, no nos volverán a prestar, dicen los aguafiestas. No nos hará falta porque pagarán los que más tienen. Los que más tienen marcharán y nos quedaremos solos oyendo arengas y repitiendo eslóganes, soportando nuestra miseria sin quejarnos porque nos tenemos que sacrificar por el bien común y el que se queja es insolidario y egoísta y es un traidor del régimen antiguo que se infiltra entre los ciudadanos para apartarles del camino hacia el mundo nuevo. La verdad única del líder, promulgada con los argumentos indiscutibles de la demagogia, no puede cuestionarse sin atentar contra el bien de todos porque dice el líder que es la verdad en la que todos los ciudadanos creen, porque el líder no es otra cosa, en realidad, que el portavoz y defensor de lo que quiere el pueblo.
No entiende Iglesias, dice, que Pedro Sánchez no le permita, como vicepresidente, fiscalizar a jueces, fiscales y policías exigiéndoles compromiso con el gobierno del cambio. Vamos a ver, si los partidos y las mareas y los grupos del cambio son la voz de los ciudadanos, quien cuestione su verdad actúa contra toda la ciudadanía. Lo mismo pasa con la radio y la televisión. Si no se comprometen con la verdad única del gobierno del cambio, emitirán falsedades, y eso, como todos comprenderán, no se puede permitir. Uno se pregunta con estupor, ¿estará este hombre tan mal de la cabeza que supone a sus colegas todos locos?
A cualquiera que se detenga a reflexionar sobre las pretensiones de Iglesias y los suyos le resulta evidente el peligro que correría la democracia si llegaran al poder. Tan evidente, que esos mismos líderes desprecian la falta de criterio de quien se traga sus falacias y sus mentiras sin cuestionarlas. Les ha costado tiempo y trabajo buscar las palabras precisas, elaborar los mensajes que con mayor efectividad provoquen reacciones emocionales, como el mismo Pablo Iglesias admite en una entrevista que se encuentra en Youtube en la que cuenta cuál es su secreto. Las frases que tan cuidadosamente preparan él y sus compis, como dice, están concebidas para agitar las emociones del vulgo ignorante que no quiere o no puede someter a un análisis crítico lo que le dicen los líderes. Por eso, porque los líderes lo saben, quien se traga sus palabras sin más es para ellos gentuza a la que se puede manipular para que acate y haga de altavoz de su propaganda. En otra entrevista, Pablo Iglesias cuenta la anécdota de una trifulca en la universidad, en la que algunos profesores tuvieron que pegarse contra lo que él llama “un grupo de lúmpenes, gentuza de clase mucho más baja que la nuestra”. No cabe duda de que Iglesias y los suyos comparten una postura elitista; como no cabe duda de que se lanzaron a la vida pública dispuestos a utilizar la superioridad de sus conocimientos para convencer a las clases más bajas a fin de obtener los votos que les permitieran ganar el poder. Otra vez es el mismo Iglesias el que confiesa que no es el bien de los ciudadanos lo que en primer lugar le motiva: “Toda nuestra actividad política se ha dedicado a ver cómo podemos ganar”, dice. Nuestra rancia y torpe derecha ha insistido con denodada estupidez en advertir del peligro que correría el país si Podemos llegara al gobierno, con mensajes obviamente dirigidos a causar en la ciudadanía el miedo a votarles. Advertencias que a Iglesias y los suyos les van de perlas porque si algún opinante responsable advierte de lo mismo, basta con decir a la gente que el tal es de la casta y que miente para causar miedo.
No hace falta ser de derechas para que aterre la posibilidad de que esos que se llaman antisistema lleguen al poder. No es destruir el sistema lo que persiguen; es aprovecharse del sistema que tenemos en su propio beneficio. En Youtube pueden verse decenas de vídeos en los que Iglesias manifiesta sin tapujos la envidia que le producen los líderes populistas latinoamericanos que han ganado en sus respectivos países, y su intención de importar ese tipo de régimen a España. Esos líderes no han abolido el capitalismo; lo que han abolido es la democracia. Lo que aterra de Iglesias y Podemos con indiscutible razón es que puedan utilizar el poder para privarnos de nuestras libertades, instaurando un pensamiento único y la persecución, incluso penal, de los disidentes.
¿Puede Pedro Sánchez pactar un gobierno de coalición con gente así? Pedro Sánchez ha dado y está dando sobradas muestras de que sabe perfectamente lo que tiene que hacer. Cualquier consejo sobra, venga de donde venga. Es Pedro Sánchez quien recibió del Jefe del Estado el encargo de formar gobierno y hasta que haya cumplido con la responsabilidad que aceptó, quien pretenda dirigir sus pasos no hace otra cosa que ponerse en ridículo. El momento llegará para que la militancia de su partido opine sobre sus decisiones. Y es probable que también llegue el momento en que la ciudadanía tenga que volver a votar. Sólo cabe, en ese caso, esperar que se aclare un poco más el pensamiento de los electores para evitar que vuelvan a repetirse resultados similares a los que nos metieron en este callejón sin salida.
¿Queremos que la política en nuestro país sea otra vez un alegre mosaico de colores y nuestros políticos un grupo más o menos heterogéneo en el que se pueden encontrar, otra vez en los primeros lugares, personajes desquiciados por el ansia de poder que nos ofrezcan espectáculos diarios, poniéndose en evidencia como si estuvieran en un Gran Hermano de aspirantes a la presidencia?
Otra experiencia más como la que estamos viviendo y puede que la mayoría acabe majara, lo que podría ser divertido para quien no tenga una familia que mantener o la ambición de montarse una vida digna. Quien comprenda la tragedia que supone para el país contar con una mayoría irresponsable que igual vuelve a votar a un partido corrupto que ha destrozado la vida de millones, como vuelve a votar por quienes le ofrecen fábricas de amor, puede que acabe, además de majara, amargado.